Caía la lluvia. Lleno de barro, calado y gimiendo se podía distinguir a un escuálido can.Cargaba con una cadena roñosa y partida. Posiblemente, había vivido atado a un poste olvidado en un cortijo de las proximidades; pues por sus hechuras, debió de haber sido un perro guardián. Era mayor, de eso estaba seguro. Me acerqué…
–Hola bonito. Pero, ¿qué te han hecho? –me miró. Dicen que los animales no tienen lágrimas, pero por sus ojos se vislumbraban sendos regueros que no se debían al aguacero sino a la desilusión.
-Vente conmigo. No tengo finca ni soy rico. Vivo en ese cajero.-le dije mientras se lo señalaba.- Te daré calor, y tú si quieres, me darás el tuyo.
El perro agitó el rabo como si fuera un cachorrillo. Entonces, mientras corríamos bajo la lluvia, sus ojos resplandecieron renovados por la esperanza de ser alguna vez querido.
Autora : Victoria Eugenia Muñoz Solano
Los relatos de Victoria Eugenia 
Es precioso, muchas veces las personas más humanas con los animales son aquellas que menos tienen para ofrecerles. Veo que como a mí, te encanta sentenciar al final con la frase más conmovedora en los relatos, es como una especie de necesidad en mi caso.
Es una manera de terminar las historias que creo que produce mayor calado en el lector.Me di cuenta de nuestra coincidencia en los desenlaces.
Cuando te leí, me encantó tu estilo.
Gracias por leerme
Nunca deja de emocionarnos el amor sin fisuras de un perro. En este caso es de una realidad que también emociona.
Hola, Amparo:
Tristemente el abandono de animales,que muchas veces se comportan siendo más humanos que los propios humanos, sigue ocurriendo todos los días.
Gracias por leer mis historias.
Un abrazo